(Transcribo aquí lo que a mi juicio es un muy interesante aporte de "Sebastian"(así firma) para "La Barbarie", blog que aquí linkeamos)
Por Sebastián, el 30 de Junio de 2009.
Ahora que en esencia se terminó lo que conocimos desde el 2003 como kirchnerismo propongo volver a pensar sus mejores momentos y los días de gloria. ¿Por qué el kirchnerismo fue lo que fue, por que encarnó la versión criolla del giro a la izquierda que dio todo el subcontinente desde que, a fines de los 90, el capitalismo financiero empezaba a mostrar las grietas que se hicieron debacle en el 2008? Como con las mujeres que ya no están, uno se pregunta, ¿qué nos sedujo tanto?
Hay un aspecto del kirchnerismo que me parece hemos pensado poco, aquel en el que estuvo a mi criterio el nudo de su seducción: como nadie encarnó una versión organizada y politizada de las clases trabajadoras y populares, que fueron de nuevo una suerte de totalidad. Por unas horas una “clase para si” diría un viejo marxista. Me explico. El nudo de la coalición popular que armó el kirchnersmo fueron a 1) los trabajadores formales sindicalizados y la CGT, b) los intendentes del conurbano y el aparato con sus militantes y beneficiarios (lo que la derecha llamaría “clientes”) c) los movimientos sociales en el sector informal y de desempleados. Esto, sumados a sectores del empresariado industrial, sobre todo él mas ligado al mercado interno, y algunos grupos apoyados por el gobierno en sectores estratégicos, constituyó, grosso modo, la coalición de intereses en el apogeo del kirchnerismo. Es decir, aquella en la que busco cimentar su gobernabilidad. En esto, en la construcción de su base popular, el kirchnerismo rearmó, o intentó rearmar, desde la política lo que la economía había destruido en los últimos 30 años. Como todos sabemos, si algo signó el paisaje social en el paso del modelo de la ISI a una economía mas abierta fue la fragmentación y la desestructuración de la clase trabajadora, hecha jirones en esa transición por el achicamiento de sectores industriales y empresas del estado, el desempleo y la informalidad.
Y ahí vino el kircherismo y, desde arriba, casi homéricamente, intentó rearmar lo que el neoliberalismo había ametrallado. Ya que hablamos de días de gloria (para mí eran eso, después resultó ser de algún modo el principio del fin), me acuerdo del acto de Parque Norte. La insurrección de la burguesía agraria estaba en ciernes y desde este lado se respondía. Encima el clima daba para cierta épica, acto cerrado bajo techo, bombos retumbando, calor. Los militantes clamando por la liberación y Cristina dando el mejor discurso que yo le escuché nunca, en un ambiente muy caldeado entre gritos, quilombo, humo. Donde pocos hubieran podido concentrarse y siquiera emitir unas palabras, ella hizo una alocución brillante. En un momento empecé a caminar entre la gente y allí estaba la empelada de la municipalidad de Moreno con sus panes y el cartel de su referente. Seguías pasando y estaban algunos militantes sindicales con sus gorritos. Mas allá estaban el Evita y porciones del FTV con las familias y sus viandas. Por momentos cantaron las mismas consignas, aplaudieron las mimas palabras de la Presidenta. Le dijeron a los propietarios del campo: no nos van a pasar por arriba. Si uno lo mira bien ahí estaban todos los peronismos juntos. El de los sindicatos del 1946-70, el de los movimientos sociales de los primeros 70 (no nos olvidemos que la izquierda peronista fue la primera que, aun incipientemente, intentara anclar en los sectores informales y las villas) y los 2000, y la versión mas punteril de fines de los 80 y de los 90, con los barrios detrás. Estaban todos juntos y en posición ofensiva como nunca antes en la democracia. Es cierto, Menem tuvo a los sindicatos y a los punteros. Pero era distinto, en tanto con Menem los sindicatos estaban como dirigentes protegiendo sus corporaciones mas que movilizando a los trabajadores, y los punteros eran meros y pasivos sostenes electorales. Como todos sabemos, la parte central de la coalición de intereses en el menemismo estaba en otro lado: en el sector financiero nacional e internacional, en las grandes corporaciones patronales.
Así, para mitad de los 2000, mientras la clase media “progresista” porteña leía a Kovaldoff y se indignaba junto a Aguinis, y mientras muchos en el centro-izquierda y la izquierda se peleaban por ver quien era moralmente más puro, en el mundo real sindicatos, punteros barriales, y movimientos sociales constituyeron una coalición popular inédita y poderosa. En el camino sostuvieron, entre otras, la renegociación de la deuda, la ampliación jubilatoria, la ley de salud reproductiva, los juicios, y, por ejemplo, el poner el aborto legal en debate por primera vez (a propósito, los que decían que el kirchnerismo solo se quedaba en eso, en poner el aborto en debate, como lo ven muchachos ahora con los Bergoglio boys—o girls—en la CC y el PRO, ¿cuan cerca esta, ahora, el aborto legal?). Como en toda coalición de intereses, cada uno obtuvo lo suyo: los sindicatos los convenios, lo punteros obra pública y recursos, los movimientos planes y —horror—posiciones en el gobierno en áreas sociales y de la vivienda. Las retenciones galvanizaban a las tres patas: alimentos baratos, recursos para el estado, mejores precios relativos para los sectores industriales mas golpeados. En definitiva, todos, la remendada clase para sí, organizados bajo el mismo eje apoyando una política expansiva que bajó notoriamente el desempleo y la pobreza.
Lo dije antes acá en La Barbarie, siempre me pareció que el kirchnerismo fungió mejor como articulador de sectores populares en la arena de intereses que como constructor de armados político-electorales, donde el trasversalismo electoral y la concertación plural solo funcionaron fugazmente, por no hablar de las estrategias que vinieron después—dicho esto, claro, con el diario del Lunes. Por supuesto, esta coalición de intereses populares organizados también tuvo sus talones de Aquiles. El mas importante: era muy urbana (como no serlo con sindicatos y movimientos sociales mejor organizados en el área de Buenos Aires, con pocas redes pesadas en el interior). Esto se vio, y trágicamente, en el conflicto del campo, donde la contra movilización siempre fue mayoritariamente urbana y bonaerense. Además, la partida de Barrios de Pie, la división del FTV, el peso del ala gorila en la CTA, y el poco ímpetu del gobierno en organizar al sector informal, pronto debilitaron la pata de los movimientos sociales.
El punto es ¿quien puede recrear hoy esa coalición popular, quien puede volver juntar a los sindicatos, a los punteros y sus bases, y a los movimientos sociales en un eje progresivo e inclusivo? Reutemann podrá tener a los gordos y a algunos punteros, pero no mucho más. Binner dirá que es “socialista” pero como desde hace 60 años la organización popular estará en otro lado. El negocio de la CC y el PRO, por supuesto, es bien otro.
Duró casi seis años, no es poco. Si lo analizamos bien, ningún gobierno, grupo o elenco gobernante, democrático o de facto, mantuvo la iniciativa política por mas de seis o siete años en la Argentina del s. XX. Quizás el primer peronismo, pero muchos dirían que para el 53 ya estaba contra las cuerdas. Ni Frondizi, ni Onganía, ni el Proceso, ni Alfonsín ni Menem llegaron o pasaron el séptimo año enteros. Tampoco el kirchnerismo. Me queda el espíritu de ese Parque Norte. Me queda la empleada del municipio Moreno, el trabajador del sindicato y el desocupado de los movimientos, bajo las mismas banderas. Si el PJ vuelve a girar a la derecha será hora de construir en otro lado. Pero no nos olvidemos que si no volvemos a juntar desde la política lo que el neoliberalismo fragmentó en la base, ninguna propuesta progresista pasará del mero discurso y tendrá sentido alguno.
jueves, 23 de julio de 2009
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